S.L.U.T.S.: SOVEREIGN LUST UNDOING TOTAL SHAME
Muestra colectiva en Slip Gallery,
New York, Estados Unidos,
2025


Epílogo Curatorial
Syd Krochmalny
No vine a ordenar el deseo ajeno. Vine a abrir el mío.
No estoy al margen. Estoy expuesto.
​
Curar esta muestra no fue componer un conjunto. Fue entrar en escena.
Fue mirarme desde afuera y desde adentro.
Fue convocar otres cuerpos que, como el mío, arden al ser nombrados.
Desde 2005, mis obras no buscan respuestas: fabrican incomodidades.
Entre el placer y la política, entre la carne y el artificio,
he escrito y mostrado Chastity, Baño Revolution, Priapolis, The Origin of the World, Nimrod, Bridegrooms Stripped Bare by Their Bachelorettes, El Tamaño de mi mundo... No como una secuencia, sino como un espasmo extendido. Un archivo vivo.
S.L.U.T.S. es continuidad y es corte. Es una escena en la que participar no fue un gesto de autoría, sino de pertenencia.
Una exposición donde curar no fue clasificar,
fue abrir la piel y decir: también soy esto. También estoy aquí.
Lo íntimo es político. Lo político es performativo. Y en el fondo, todo esto fue siempre una sola cosa:
arte como forma de deseo encarnado.

El intersticio (2024)
¿Qué es un cuerpo cuando ya no se puede nombrar del todo? En El intersticio (2024), Brenda Sabbagh no representa cuerpos: los invoca en su disolución. Como si se tratara de fantasmas sensoriales atrapados entre capas de óleo, sus figuras emergen y se esfuman en una coreografía de lo inasible. El políptico, con su horizontalidad casi panorámica, traza una secuencia líquida donde lo figurativo se descompone hasta tocar lo abstracto sin disolverse por completo: como deseo que persiste aun cuando ya no tiene forma definida.
Sabbagh trabaja con una materialidad ambigua: colores orgánicos, líneas sinuosas, veladuras translúcidas que invitan al ojo a perderse, no a encontrar. El cuerpo aparece como rumor, como vibración, como huella. No hay aquí una representación identitaria, sino una estética de la fuga: el cuerpo como intervalo, como zona de tránsito entre lo que se percibe y lo que se presiente.
Esta obra opera como una resistencia a la legibilidad obligatoria. En lugar de mostrarse, el cuerpo se insinúa; en vez de afirmarse, se transforma. Su erotismo es atmosférico, sin centro ni contorno, hecho de movimientos leves, de desbordes mínimos. Si la vergüenza puede ser un grito, aquí es un susurro. Si el deseo puede ser exceso, aquí es evaporación.
The Interstice no propone una imagen del cuerpo, sino una experiencia del deslizamiento: una poética visual que rehúsa toda clausura, toda certeza, todo límite. Frente a los dispositivos de control que exigen definición, esta pintura responde con ambigüedad como forma de insumisión.
​
Extracto de texto curatioral por Syd Krochmalny.
